
Vecindad rural
Eso dicen en todos lados, pero el hecho de que todo el mundo se conozca en un pueblo también puede significar una ventaja. En Caldono, como en cualquier otro municipio pequeño del Cauca o de Colombia, todos se enteran de tus problemas, esa es la parte mala, que todos sepan tus desgracias. Pero existe un lado bueno y no, no es enterarse de las desgracias de los demás, sino que cuando alguien se entera de un problema ajeno puede intentar ayudar a resolverlo. Esto claro, en situaciones cotidianas parece algo que no sucede a menudo. Pero cuando llega el momento de una balacera, ese sentimiento de vecindad y de ayudar al otro porque sé quién es, cobra mucha importancia.
En Caldono al momento de una toma o un hostigamiento la gente se reunía en la casa de algún vecino. Uno de ellos era Walter Chicué, su casa era muy grande y estaba ubicada en una zona alta del pueblo. La guerrilla siempre intentaba atacar la estación de policía que quedaba en la parte central del pueblo y la casa de Walter quedaba a las afueras, por lo que era menos probable que sufriera alguna explosión. Él y sus vecinos lo tenían claro, así que Walter los dejaba pasar esos momentos de tensión en su hogar con un poco de aguapanela para calmar los nervios. Y así mismo ocurría en diferentes casas, algunas que tenían bunkers y planchas se convertían en el refugio de aquellos que vivían en construcciones más inseguras.
Escuchar todas las historias que nos contaron fue como regar en mi cabeza la semilla de la memoria. Yo viví una época de conflicto terrible dado que en Balboa existía la guerrilla y los paracos. Pero de alguna forma lo único que recordaba era que había vivido algunas balaceras y ya. Cada que escuchaba otra historia en Caldono se llegaba otro recuerdo. Y cuando las personas mencionaron el desplazarse a otras casas en medio de un ataque armado volvieron a mí un montón de historias violentas que viví y que escuché en mi niñez, porque yo era un niño muy curioso y en medio de las conversaciones de adultos parecía que no entendía nada, pero guardé toda esa información hasta hoy. Eran situaciones en las que la vecindad había fallado de alguna forma y por esta razón había salido gente lastimada.
En Balboa hacían la novena a las 6 AM en diferentes barrios cada día. Yo tenía 7 años y odiaba madrugar a rezar parado, porque siempre que llegábamos mis papás y yo, ya no había donde sentarse. Este día en específico le tocaba la novena a un barrio que estaba al lado de la iglesia. Cuando llegamos encontramos sillas sin espaldar, desde ahí todo empezó mal. Luego vi que habían hecho un pesebre con niños disfrazados y José, el papá de Jesús, era una niña disfrazada, continuaba mal. Lo peor fue cuando el padre tomó el micrófono y dijo que la novena de ese día la íbamos a hacer en memoria de una familia que había sido asesinada unas 2 o 3 horas antes, en ese mismo barrio. ¿Cómo digiere un niño información como esa? Me preguntaba que pasaba con los vecinos, por qué no hicieron nada, hoy sé que si hubieran tratado de hacer algo solo habrían aumentado la lista de víctimas. Lo peor de esa mañana fue que describieron lo que les habían hecho, toda la novena me la pasé pensando en eso. Nunca dejé de pensar que pudo ser cualquiera de nosotros, pudo ser cualquier familia y creo que todos en la novena se sintieron igual.
o dormía con mis papás en una habitación que quedaba debajo del primer piso, pero al lado derecho tenía una ventana que dejaba ver unas gradas externas que al subirlas llegaban a la calle del pueblo. Al bajarlas se llegaba a una acera y esta conectaba mi casa, otra casa y una parcela abandonada. Otro día de un año diferente al de la novena, hicieron un hostigamiento fuerte. Nunca supe qué grupo armado fue. Pero en la noche se fue la energía como de costumbre y empezaron a sonar balas de todos lados, todos los que vivían en mi casa se reunieron en mi habitación y mis familiares que vivían en otras casas fueron llegando. Siempre me daba miedo escuchar en la ventana alguien corriendo, podía ser alguien que quisiera matarnos, pero al final siempre gritaban su nombre y alguien corría a abrirle.
Pero esa noche llegaron más personas que de costumbre. Llegaron primas y primos con sus hijos que normalmente se quedaban en sus casas durante un tiroteo. Por supuesto cuando gritaban que eran ellos, no esperábamos nada para abrirles y no es que vaya a fomentar los hostigamientos, pero nos unían más que nunca. A veces podíamos estar peleados, por chismes o por cualquier pelea familiar, de las que nadie se salva. Pero eso nunca nos hizo dudar si abrir la puerta o no. Apenas sentíamos que alguien cercano podía correr peligro, hacíamos lo posible por que estuviera bien.
Pasaron unas horas y comenzaron a pasar personas corriendo, se escuchaban unas pisadas fuertísimas. Un primo mío tenía unos 4 años y empezó a temblar del miedo, yo creía que era por llamar la atención, ya que yo siempre fui muy bueno controlando las emociones. Luego comprendí que era un hecho bastante traumático y era normal su reacción, más cuando escuchas unos pasos de alguien que podría matarte. Esa noche nadie más tocó la puerta.
Al día siguiente me levanté a jugar y escuchaba como los adultos hablaban de que a la casa de un primo habían ido a tocar unas mujeres gritando desesperadas durante el hostigamiento. Él no abrió la puerta ya que no conocía sus nombres, escuchaba comentarios como “pobrecitas”, “para donde se las habrán llevado”, “si hubieras abierto...”. Salí de mi casa a jugar cerca de la parcela abandonada y en una acera había ropa de mujer doblada, dos pares de zapatos, pantalones y blusas. En mi inocencia creía que las habían desvestido para llevarselas a algún lado. Y recordé que hacía como una semana se habían mudado dos mujeres al lado de mi casa, eran ellas. Nunca supe nada más de su caso y como nadie las conocía su historia se olvidó rápidamente.
Escuchar a los caldoneños me permitió recordar, que no he tenido una niñez normal y que no tengo que lamentarme por ello. Lo importante no es quien hizo más o por qué, lo principal debería ser pensar en quién está arrepentido, quién quiere reivindicarse. Yo como víctima estoy dispuesto a dar mi perdón a cada colombiano y también a pedirlo si es necesario.
Pueblo pequeño, infierno grande...




































