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Los Bolivarianos

Esta vez nos esperaba Caldono, volveríamos a su parque, a pasear por sus calles y a ver sus coloridos murales. Decidimos regresar y rescatar la idea inicial de trabajar con la sociedad civil. En la primera visita que se hizo a esta cabecera municipal, se llegó a tener una lista de víctimas, donde se encontraban nombres y teléfonos. En esta las víctimas del conflicto armado, de tantos años, se habían minimizado a solo ser un nombre y un teléfono. Las personas de este municipio solo hacían parte de una lista frívola, después de todo lo sucedido eran una cifra y un número más dentro del registro nacional.

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Fuimos con contactos que podían generar una red de voces, que nos conectarían con conocidos. Jairo Benavides, quien en visitas anteriores nos transportó a la zona veredal, en ese momento era nuestro más grande aliado y más tarde uno de los testigos de una gran historia. Él como habitante del pueblo, nos uniría con más personas quienes nos compartirían sus experiencias y nos relatarían los sucesos que habían pasado en el pueblo: antes, durante y después del conflicto.

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En esa búsqueda encontramos al padre José, un líder comunitario quien había unido a un grupo de jóvenes para realizar los llamados murales de la reconciliación, los que les daban vida a las calles de Caldono y que habían sido tan llamativos para nosotros.  Como otro sujeto de trabajo teníamos a Walter, de quien habíamos escuchado en algunos trabajos de otros compañeros de la universidad, y finalmente teníamos a Jairo Benavides quien se encargaría de hacer llegar a algunos conocidos.

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Al realizar el mismo recorrido de siempre: Popayán-Pescador, Pescador-Caldono, llegamos listas y dispuestas a golpear puertas, preguntar por nombres y esperar que la tan famosa creencia de que en un pueblo todos se conocen, estuviera a nuestro favor. Lo primero que hicimos fue parar en el parque, donde el aroma del café y del pandebono envuelven a todo aquel que pase por el lugar. Los pandebonos de $300 pequeños, calientes y llenos de sabor, con su olor hacen que la idea de no tomarse un tinto o un cafecito con leche, si así lo prefiere, para acompañarlos sea inconcebible.

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Un poco más tarde, sentadas en el parque del pueblo, vimos llegar a Jairo, nos saludó amigablemente, así como es él y después de un momento comenzó a llamar a todos sus conocidos. Poco a poco fueron llegando, uno tras otro. En un primer momento llegaron tres hombres, Fabio, Juan y Pedro. Ellos iniciaron a comentarnos cómo era el pueblo antes, y así fueron llegando a los tiempos del conflicto. Tras sus relatos entendimos muchas cosas, qué era una toma, cómo se daba, ellos qué hacían mientras esta ocurría. Además, comprendimos cómo vivieron el conflicto. Nos enteramos de muchas cosas y conocimos a grandes personas.  

Nuestra curiosidad nos permitió indagar sobre cómo era ser padre en el conflicto armado y experimentar todo eso en familia, también, sobre cómo fueron las tomas que vivieron, cómo era vivir en el Caldono de ese tiempo y al hallarse en esa realidad tan cruda cómo y por qué no se fueron. Descubrimos que nunca hubo apoyo psicológico y que bajo el término de víctima, fueron bastantes los avispados que aprovecharon y reclamaron subsidios.

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Finalmente, y a medida que se acercaba el medio día, conocimos a don Walter Chicué, quien nos contó unas historias impresionantes sobre su labor en la reconciliación y su vida en el conflicto. En ese momento descubrimos un gran aliado, que visitas después nos ayudaría a profundizar en muchos temas, e incluso conocer a muchas más personas.

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Dieron las doce del mediodía. Nos quedamos solo con dos de nuestros acompañantes: Jairo y Pedro. Con ellos dos fue con quienes descubrimos una gran historia, resulta que eran muy amigos, es más, hacían parte de un grupo que ellos habían consolidado desde hace muchos años, y así, fue como conocimos a los Bolivarianos.

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Su nombre expresaba la mofa, tan típica de ellos. Hablando en el almuerzo nos comentaron que un programa de humor, se puede decir, de un canal muy reconocido en el país había inducido a ese nombre. De broma cada vez que se reunían se saludaban de “hola amiguis”, así nos contó Pedro.  En ese programa así se saludaban dos personajes de la política del momento, el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez con el expresidente de Venezuela Hugo Chávez.

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Nos aclararon que nada tenía que ver el nombre con su filosofía pero que se les hacía gracioso tener algo en común con el programa, así que lo utilizaron. Jairo en una ocasión nos compartió que ellos políticamente no son ni de izquierda ni de derecha, solo son un grupo que están en contra de las malas administraciones. Entre chiste y chanza nos comentaron algunas experiencias juntos, incluso bromearon diciendo que el grupo tiene una estructura bien organizada, donde hay directores y miembros honoríficos, además de que se entraba tras la apropiación de una carné o membresía. Luego nos enteramos que eso era simplemente una broma porque cualquiera puede ser parte de los bolivarianos, incluso los animales, en específico Terry, un perro y también miembro del grupo. Nos comentaron que siempre los busca y como cualquier amigo se queda con ellos, no importa donde estén, Terry los encuentra.

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El jueves, todos se reúnen en el parque de Caldono entre un par de guaros o de guarapo, hablan, ríen y sobre todo debaten, desde las 8:00 am hasta las 3:00 o 4:00 pm. El grupo reúne gran cantidad de personas, en un inicio eran solo 8 miembros y ahora hay alrededor de unos 25, en su mayoría hombres. Este grupo se formó hace mucho tiempo, desde niños, comenzó como una amistad de personas fiesteras que evolucionó a una unidad fuerte que se ayuda y hace prácticas como la pesca y la música.

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La violencia en el municipio por supuesto los afectó, al haber una toma en el pueblo ellos dejaban de reunirse por varios días, ya no había espacio para la recocha y para las risas ruidosas. Después de que el peligro temporalmente pasaba, todos regresaban al parque, a unirse entre amigos y conversar. De este grupo pudimos aprender cómo el diálogo es una herramienta importante para expresar lo vivido, siempre, todos los jueves se reúnen a hablar de lo que les pasó durante la semana y en el tiempo del conflicto armado en Caldono, ellos se reunían a hablar y compartir sus pensamientos sobre lo ocurrido. Nos contaron que siempre estuvieron dispuestos a ayudarse los unos a los otros, el ser amigos fue una herramienta para sobreponerse al dolor.

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No importa si piensan diferente y ven las cosas de otra manera, en el grupo siempre hay espacio para el debate, al fin y al cabo, siempre van a ser amigos. El jueves es un día importante, claro hay ocasiones que se reúnen otro día, pero generalmente ese día es de unión. Según Jairo, desde ese día las discotecas abren en el pueblo y el ambiente de fiesta se siente, como algunos de los miembros se van de Caldono los fines de semana (a ver sus familias, que viven en la vereda o incluso en Popayán) aprovechan para iniciar la fiesta desde el jueves, así todos pasan un rato agradable juntos.

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Tras hablar con los dos bolivarianos que quedaban nos quedó claro que la unión hace la fuerza y que ellos unidos lograron sobreponerse a todo eso que vivieron. Al terminar el almuerzo, uno de ellos tuvo que dejarnos, el otro, Pedro, nos acompañó a dar una vuelta por Caldono. En el recorrido nos enseñó el pueblo y tras pasar por algunas calles él recordaba qué huella había dejado el conflicto allí. Se podía ver desde paredes despicadas hasta huecos en el pavimento, que hasta la fecha daban muestra de todo lo ocurrido. Al pasar la tarde nos despedimos, al final de la jornada los teníamos a ellos, se comprometieron a ayudarnos en cualquier momento en nuestro proyecto y a partir de ese día contamos con sus historias y con un pedazo de su memoria.

La unión hace la fuerza y la amistad es el remedio para sobreponerse al dolor
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