























Responsables de sembrar amor, perdón y esperanza en las comunidades
En todo grupo de personas, siempre existe una que ayuda al resto y disfruta de hacerlo. Son los líderes, estos existen en todas las comunidades, no importa si son buenas o malas, moralmente hablando. En todos estos años de conflicto armado, cada población ha tenido una o varias personas que han dedicado sus vidas para que su territorio progrese.
Estas personas obtienen beneficios para sus comunidades de forma desinteresada. Su mayor característica es el altruismo. Con tal de ayudar a los demás, algunos son capaces de poner en riesgo su vida, otros incluso la han perdido en este proceso. En Colombia, lastimosamente, ser un líder es tanto un don, como un peligro. El ayudar a las personas no solo les ha traído agradecimientos y buenos deseos, también son víctimas de amenazas por las que se tienen que desplazar de sus localidades o pagar las consecuencias.
El Cauca es una tierra que ha sido bastante azotada por el conflicto entre Paramilitares, FARC-EP y las Fuerzas Armadas de Colombia. Por esta razón, muchas personas han decidido hacerle frente a la guerra, al abuso de autoridad y a otras formas de injusticia que se dan en el departamento y en el país.
Durante el proceso de investigación del proyecto Armando Memorias, tuve el placer de conocer a varios líderes. Uno de ellos es Walter Chicué, una persona desinteresada y dispuesta a ayudar a cualquier persona. Él me enseñó que la gente se puede unir a pesar de sus diferencias. Lo único que necesitan es a alguien que les recuerde las cosas que los unen. Y Walter ha cumplido ese papel, él hace parte de la comunidad indígena, también de la comunidad civil, por eso aprendió a encontrar los puntos de unión entre grupos de personas con pensamientos y culturas diferentes.
Otro de los aspectos importantes a resaltar de este gran líder es el de la memoria. Y no de una forma rencorosa, sino a modo de enseñanza. Puesto que al saber lo que pasó, se pueden prever situaciones similares en el futuro. Al recordar lo que pasó podemos verlo de una forma más objetiva, dado que si lo vemos mientras lo vivimos, no vamos a notar lo que está mal, porque nos habremos acostumbrado a ello.
Otra de las lideresas más importantes que conocí fue a Carmen Andela. Ella no solo esparce mensajes de paz, sino que también reivindica los derechos de las mujeres en su cabildo. Es una persona que está llena de amor y cuando habla con alguien, asume la posición de madre. Y es así como uno la siente, como si ella fuera la madre de todas las personas a las que ayuda. Es la lideresa más dulce con la que hablé, es una persona tan sensible que lloraba mientras me hablaba sobre los asesinatos, no solo de civiles, sino de guerrilleros, militares y paramilitares. Para ella la guerra es antinatural, es un horror que nunca se acostumbrará a ver.
Por todo esto, está dispuesta a liderar procesos de paz, que reivindiquen el derecho a la vida. A enseñarle a las personas el poder del verdadero perdón, ese que se da sin condiciones. Porque el perdón debe ser para todos “cuando uno perdona, todo queda en el pasado”, dice ella. Así deberíamos aprender a perdonar todos los colombianos. Solo de esa forma lograremos que vuelva la paz y la tranquilidad a nuestros pueblos.
Estos grandes líderes son solo dos ejemplos de los tantos que hay en el Cauca y en todo el país. Y me da mucha impotencia tener que sentir por ellos cosas que no sean admiración y respeto. Me siento la persona más pequeña del mundo cuando recuerdo que debo temer por su seguridad, porque al ser líderes están expuestos, sin protección alguna más que su convicción por sacar el país adelante.