
La primera toma
La primera toma la vivimos muy tristemente, nunca nos había sucedido nada aquí en Caldono. Todo el mundo ya estaba pues descansando, ¿no cierto? Como eso fue tarde en la noche nosotros tuvimos que levantarnos y correr, cogimos por el patio de la casa y bajamos por ahí, llevábamos como un palito, pues para defendernos porque no teníamos armas ni nada. Además, nos servía de apoyo porque cómo en esos tiempos había llovido había mucho barro y uno se resbalaba y se caía, pues por salir rápido. Por correr, eso se enterraban las manos ahí en el barro. Que se cayera lo que se cayera digo yo, pero uno trataba de favorecer la vida, porque yo tenía mis hijos en ese entonces aquí conmigo.
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En esa primera toma estaba mi esposo, él ese día se amarró una cosa en la cintura para poder salir con los hijos, a ellos también con esa cuerda los amarró de la cintura para que no se perdieran e irnos todos juntos. Entonces ya logramos salir con todos los niños, todos los vecinos que tenían patio salían corriendo por allí y nos íbamos como para una carretera, porque por allá no se oían las explosiones cómo por acá en el centro, en el parque. Yo me acuerdo qué logramos pasar, nosotros bajamos y bajamos hasta que logramos llegar como hasta el puente de la carretera, por allá donde un indígena nos resguardamos hasta tarde la noche. Nos daba mucho miedo volver a dormir acá porque nos acostábamos pensando que de nuevo se escucharían las balas.
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Pero si mucha gente salió, todos se fueron por sus patios para el monte y de ahí cogían para la carretera donde ya no se escucharan ni los gritos ni las explosiones. Lo que nos interesaba era salvar la vida, ¿no?
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En ese entonces mis hijos estaban terminando el bachillerato, después de eso, de unas cuantas tomas, el papá se los llevó porque no quería que estuvieran acá estudiando o que les pasara algo. Porque él si decía que las tomas iban a seguir y que esto acá ya no era seguro. Mejor era llevarse los niños a Popayán y desde ese entonces ellos viven allá hasta ahora, ellos formaron sus hogares y todo. Pobres a ellos les tocó la tragedia más dura, cuando se comenzó a sentir un poco la tranquilidad en Caldono la gente comenzó a vender sus casas porque se querían ir, pero no funcionó, porque quién iba a comprar con ese miedo de acá.
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La primera toma fue en el año 97 me acuerdo yo, nosotros salimos de aquí en el 97 y nos mantuvimos un año fuera de acá, usted debe saber que su casa es su casa y por eso nos volvimos a venir, pero pues con miedo, de todas las tomas, porque hubo muchas. Yo en ese momento tenía 57 años y mis hijos, que fueron tres lloraban mucho, siempre me decían que nos fuéramos a Popayán porque allá no se sentía todo eso de las tomas, nos decían que nos fuéramos, pero nosotros nunca hicimos el deber de irnos del todo. Nos quedamos aquí. Cuando nos mantuvimos ese año por fuera muchas cosas cambiaron, allá en Popayán se sentía un estado de tranquilidad, uno se podía comer su plato de comida tranquilo y lo otro es que uno podía dormir sin afán y sin miedo. Acá uno era despierto, preguntándose a qué hora suena o tráquea la toma.
Testimonio de Margarita Gualpa


















