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Los grandes poetas suelen decir  que el amor es un arma de doble filo, entristece y lastima a partes iguales, a veces en cantidades enormes y otras solo en pequeñas dosis. Sin embargo no hay nada que mueva más fibras y produzca más sensaciones reales que el intenso amor que se siente por algo o por alguien. Amar duele pero también llena,  puede partir el corazón pero también recomponerlo. Es la mayor expresión de una paradoja y un círculo vicioso, es contradicción y coherencia a la vez, es herida y medicina.

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El amor que Milton siente por su pueblo es quizá el más intenso y puro que alguien haya visto en años. Es un amor desmesurado que no conoce fronteras y ha sabido siempre enfrentarse al miedo.  Es un amor que ha hecho de Milton un hombre fuerte, valiente, perseverante y terco, que lastimosamente le ha traído más sin sabores que buenos ratos. Milton nació en Caldono cuando este todavía era un pueblo libre de conflicto, que había sido testigo del dolor y los estragos de la guerra pero jamás había tenido que sufrirlos en carne propia. Mientras crecía aprendió a amar a su tierra y a su gente, a ver con cariño cada cosa de Caldono, incluso la maleza que crece en medio de los jardines.

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Muchos años han pasado desde esos días en que el pueblo desconocía todavía lo que significa el miedo y la violencia. Con la guerra vinieron los cambios, de repente el día terminaba a las seis de la tarde y no  a las ocho o nueve. Algunas casas cayeron para luego ser reconstruidas. Caldono empezó a ser reconocido en los periódicos y noticias, pero siempre por terribles sucesos. Personas desaparecían, algunas se marchaban huyendo de las balas otras simplemente se esfumaban, sin que nadie supiera nada de ellas. Las tiendas cerraron, las casas volvieron a caer y  de nuevo fueron reconstruidas. Las palabras ‘toma’ y ‘hostigamiento’ se volvieron parte del paisaje. El miedo y la incertidumbre llenaron cada esquina y cada corazón. Se lloraron muertos, se clamo por justicia. Los niños aprendieron a leer y a comportarse en medio de una toma. Las casas seguían cayendo pero cada vez se reconstruían menos.

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Cuando la guerra arribó a Caldono y decidió que ese pequeño pueblo ubicado al norte del Cauca sería su nuevo cuartel, Milton conoció lo que era sufrir por la tierra y por la propia sangre, sintió la otra cara del amor que en vez de alegría trae tragos amargos de dolor. Y aunque la guerra despiadada trató de echarlo muchas veces, él siempre regresó, cada vez más fuerte. La primera vez ocurrió cuando su mamá lo envió a estudiar a Silvia para alejarlo del creciente ambiente violento y pesado que el pueblo empezaba a vivir. Sin embargo, hasta Silvia lo persiguió la violencia.

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Días antes de graduarse como bachiller uno de sus compañeros de clase fue asesinado en medio de una toma guerrillera en el pueblo. Milton regresó a Caldono tras verse rodeado por el sufrimiento, volvió sin entender cómo alguien puede morir tan fácilmente y abandonar el mundo solo por capricho de unos cuantos, que en un impulso desenfrenado han decidido masacrarse los unos a los otros y de paso a todo aquel que se encuentre a su lado.

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Pero aquella no fue la primera vez que Milton volvería a su pueblo, hoy en medio del parque y los abrumadores recuerdos ni siquiera puede contar con los dedos todas las veces que perseverante pero muerto del miedo regresó.  Con las lágrimas inundándole los ojos y el corazón marchito de tristeza, pero siempre de vuelta. Suspira con cansancio, recordar a menudo es difícil y aún más cuando lo que se recuerda lastima. Desde que tiene memoria su vida es como una montaña rusa, con paisajes hermosos de subida y bajadas casi mortales construidas  a partir del miedo. Crecer y vivir en Caldono ha sido toda una travesía, llena de baches, de enemigos de película y aliados alegres que siempre llegaron en el mejor momento.

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Milton partió de nuevo de su tierra, pero esta vez  a Bogotá, siguiendo los pasos de su hermano y en búsqueda de un futuro mejor. Allí descubrió que Medellín era la ciudad que terminaría abriéndole las puertas y con maletas al hombro se marchó de nuevo, pero siempre con Caldono en la mente, siempre con la firme idea de regresar y jamás huir, como si estuviera atado por un hilo invisible o cegado por la intensidad del amor a la patria y la tierra.  

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En Medellín estudió una carrera y vivió su juventud en medio de las balas y los libros. En épocas escolares, recorrió la gran ciudad aprendiendo las lógicas de todo un territorio nuevo, en vacaciones regresó a  casa de su madre en Caldono, que más que casa parecía ser una trinchera pues los tatucos y cilindros eran pan de cada día, al igual que la lluvia en épocas de invierno.

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‘¿Por qué quieres volver?’ se convirtió en la duda de todos sus compañeros de semestre. Nadie podía entender, por qué volver a un lugar en el cual solo parece prosperar el odio y el miedo, desde compañeros hasta profesores le ofrecieron su ayuda para quedarse, para alejarse e iniciar de nuevo lejos del ruido ensordecedor de las balas y el bullicio penetrante de las explosiones.  Pero es que el amor al igual que todas las emociones fuertes es terco y el deseo de ayudar a su pueblo siempre fue para Milton mucho más grande, sin embargo un día cualquiera sus compañeros de clase empezaron a comprenderlo todo.

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La cafetería en la que Milton trabajaba en Medellín para lograr mantenerse estaba atestada de personas.  Todos ahí lo conocían y solían saludarlo con alegría. De repente un conocido gritó desde lejos, ¡Escué tu pueblo está saliendo en  televisión! Milton sintió la incertidumbre recorrerle el cuerpo y el miedo halarle cada uno de los cabellos, corrió temiendo lo peor, esperando escuchar las palabras ya tan comunes de muertos, explosión, destrucción, asesinato.

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Gran sorpresa se llevó al ver la dichosa noticia, que en vez de violencia mencionaba otra palabra, una nueva que él jamás había escuchado asociada a su querido pueblo, ‘Resistencia’. Los caldoneños hartos de vivir en medio del caos y la sangre decidieron levantarse y encarar a aquellos que causaban tanto daño. Armados únicamente con banderas blancas y los gritos más fuertes que jamás habían retumbado en las calles del pueblo, exigieron paz, le exigieron a la guerrilla marcharse. Entonces la cafetería estalló en jubilo y sus compañeros se abalanzaron sobre él para abrazarlo, ‘esa es tu gente’ repetían uno tras u otro, ‘son muy valientes, ya entiendo por qué querés volver’. En medio de la alegría y las lágrimas que habían llenado sus ojos, Milton se repitió a sí mismo muy bajito. ‘Esa es mi gente’ ‘Esa es mi gente’.

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Y era precisamente por esa gente por quien él siempre volvía,  por sus vecinos y los amigos de infancia que un día cualquiera dejó de ver. Por los que murieron enfundados en un uniforme camuflado, por todos los caldoneños que Milton sabía eran sus hermanos.  El orgullo le hinchó el pecho y sirvió como una especie de electrochoque al corazón, la esperanza que había creído perdida volvió a aparecer, en Caldono eran más los buenos que los malos y es por ellos que volvía, una y otra vez.

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Milton trabaja hoy en el hospital de Caldono. De doce años como profesional solo dos los vivió lejos de su pueblo. Cuando regresó con el título en la mano y los sueños intactos comenzó  a trabajar por su tan querida tierra. Organizó campañas, marchas y nuevas políticas de reacción para eventos como tomas y hostigamientos, al ser integrante del cuerpo médico nunca abandonó el pueblo en medio de una toma, pues su deber era permanecer para prestar la ayuda necesaria.  A pesar de todos sus esfuerzos y ganas por ver al pueblo salir adelante, muchos caldoneños murieron en sus manos sin que él pudiera hacer algo más por ellos.

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Pero trabajar por el pueblo también significaba ser reconocido, las amenazas de los grupos armados llegaron pronto y Milton tuvo que decidir. Al final el miedo resultó mucho más pesado y Milton fue trasladado de Caldono a una nueva zona por la secretaria de salud del municipio, el amor tuvo que pasar a un segundo plano y la seguridad de Milton fue prioridad para él y su familia.

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Pero él sabía que volvería, porque siempre lo hacía y efectivamente así sucedió dos años después. Milton pisó Caldono de nuevo y esta vez para quedarse definitivamente. No hubo amenaza, hostigamiento o toma tan fuerte para alejarlo de su patria, la guerra apoderada de Caldono no logró enviarlo lejos sino al contrario, tenerlo más cerca y más decidido a hacer algo contra ella.

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Milton sigue trabajando por Caldono y exigiendo con gritos potentes la paz. Los años lo ha hecho más fuerte y han curtido su piel. Con los sueños en una mano se niega a irse.  No es de los que corren al ver la tormenta venir ni al escuchar los aullidos de la violencia en las montañas, es de los que se quedan para enfrentarlo. Para él Caldono es su vida, es amor, es la familia que nunca se abandona.

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Mientras mira al horizonte despistado habla de cómo lo que más desea es ver a la gente regresar. Parece que por fin su sueño empieza a cumplirse, pues el proceso de paz ha traído de nuevo  la esperanza a todo el pueblo. Milton sueña con ver a todos aquellos que la guerra sacó con una mano adelante y otra atrás volver a su tierra, ver las tiendas abiertas de par en par, las casas totalmente terminadas y no siempre a medio hacer, sueña con ver a la alegría desplazar al miedo y exorcizar los viejos demonios. Sueña con que todos regresen, como él siempre lo hace.

La guerra echó a Milton de su pueblo cuantas veces pudo. Sin embargo él siempre volvió, con el amor más vivo que antes y la fe marchita, lo suyo es regresar, siempre lo hace. Una historia sobre el amor a la tierra, valor  y perseverancia.
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