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Las arengas de la resistencia

Las arengas nos ayudaban a desahogarnos, a perder el miedo, nos daban valor para protestar con gallardía. Al principio uno tiembla, pero cuando grita va saliendo todo, y se va llenado el cuerpo entero de valor. Los que éramos más osados, gritábamos con coraje: ¡Guerrilleros y paramilitares, la misma mierda son, masacran al pueblo y dicen que ellos no son! Otros más tímidos se desgarraban con: Caldono unido, jamás será vencido. No importaba cual canto se utilizara, lo importante era sacar de la garganta el sufrimiento que llevábamos.

 

Ese fue el tono de nosotros, muchos nos decían que nos iban a matar, pero aquí estoy contando la historia, arengando le dimos la vuelta a todo el pueblo. Yo siempre he sido aventado,  y no me importaba lo que pasara, yo quería gritarles la verdad en su cara. De mi parte, sentía tanta satisfacción, que la gente acudió al llamado y no nos dejaron solos protestando, de ser cuatro pasamos a ser casi todo el pueblo. Gracias a ese apoyo, no nos hicieron nada y pudimos cumplir el objetivo de alzarnos, ya estaba bueno con tanta escondedera.

 

Ese día éramos líderes todos. Ahí no se puede decir que solo era yo, Fernando Ruíz, ni Walter. Éramos una multitud, todos los que estábamos ahí éramos líderes. Los que salimos estábamos defendiéndonos y defendiendo a los que no salieron y eso fue lo más importante, demostrarle al pueblo la importancia que tiene la unión en la rebelión. El hecho era luchar porque las nuevas generaciones pudieran disfrutar de un pueblo en paz, como el que disfrutamos, en la juventud, los que ya estamos viejos. Toda la vida no tenemos que vivir en guerra y si tocó hacer marchas para lograrlo, pues así tocó. Con banderas, con bulla, con cantos, con todo lo que pudiéramos expresar nuestro descontento con la guerra que llevaba varios años azotándonos, hicimos historia en nuestro pueblo. Uno se cansa de tanto atropello, los que nos perjudicaban no se daban cuenta que estaban afectando radicalmente nuestras vidas y nuestra tranquilidad.

 

La marcha duró dos horas, pero nosotros estuvimos hasta las cuatro de la mañana de vigilia en el parque central, donde nos concentramos desde el principio, nos habíamos tomado nuestro propio pueblo para defenderlo, lo acordonamos con llantas en fuego, todo esto,  para evitar otro ataque, el hecho era no dejarlos entrar. Fue la forma en la que quisimos gritarle a todo el mundo, que nosotros no estamos de acuerdo con que destruyan nuestros hogares y nuestras calles. Demostrando cómo se lucha verdaderamente por el pueblo. Porque la lucha no está en la guerra, ni en las armas, está en el amor por el lugar que nos dio la vida y por el respeto hacia todo el que nos rodea.

 

Podemos decir con orgullo que en la historia del conflicto en Colombia, fuimos el primer pueblo en rebotarnos. “Un acontecimiento sin precedentes” lo denominaron a nivel nacional. Nosotros no sabíamos que eso que estábamos haciendo era una resistencia, pero la hicimos y nació desde el sentido de pertenencia tan grande que hay por nuestra tierra. En Caldono salimos unos a defender a los otros, muchos se dejaron llevar por el miedo y no salieron, pero el resto no quería vivir más del temor.

 

El conflicto nos ayudó a unirnos como comunidad, los que no se atrevieron a salir en la primera resistencia lo hicieron en la segunda, nosotros logramos que  todos se motivaran y se dieran cuenta del valor de nuestro esfuerzo. Si nos toca salir a repetir la experiencia, yo la vuelvo a repetir, póngale la firma, las veces que tenga que defender Caldono lo voy a hacer. No me dejo atropellar por los demás, soy del pueblo y lo saco adelante. Hay que sentir la guerra en carne propia para arriesgarse a luchar. Por eso no me da miedo arengarles en la cara, yo no nací para semilla, aquí estoy y mientras tenga salud aquí estaré.

Relato escrito
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