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La mujer de las banderas de servilleta

Relato escrito

Siempre se escuchaban comentarios, era muy común que repartieron panfletos por los barrios del pueblo, en donde se informaba o advertía que se iban tomar Caldono. Esa era una de las formas más suaves de ponernos en alerta, aunque quedaba uno al día siguiente con la incertidumbre. Al principio, luego de leer las notas, muchos decidían no salir de la casa o refugiarse en algún sótano, en cualquier lugar que uno se pudiera esconder. El conflicto fue avanzando, ya siempre se estaba predispuesto a que en cualquier momento comenzara una balacera. Yo vivía y vivo aun, en la casa de mi madre, que queda cerca a la estación de policía. Era muy peligroso porque siempre intentaban destruirla, nosotros estábamos en la zona roja, la del peligro, por decirlo de otra manera, entre la espada y la pared. Porque por un lado atacaba el grupo FARC y por el otro respondía el Ejército y la Policía.

 

Mi nombre es Maira, el día de la resistencia yo tenía 20 años, estaba en mi casa, recuerdo que horas antes de que todo empezara hubo un hostigamiento, no duro mucho, quizás algunos cuantos minutos. Como ya estábamos tan acostumbrados, el día siguió su curso con naturalidad. Pero la resistencia inició realmente cuando se escucharon alertas por los altavoces, que nos comunicaban que estábamos nuevamente en amenaza, ya llevábamos varios años sufriendo de tomas y hostigamientos, y creo que ese día, cayó la gota que faltaba para derramar el vaso.

 

Yo estaba en mi casa, cuando escuché las informaciones me dispuse a salir a marchar, mi madre, en medio de mucho temor, me pedía que por favor no saliera, que pensara en mi hija. Yo no me detuve ante nada, le pedí que por favor se quedara con mi niña. Yo tenía que ir. Sólo recuerdo de esos primeros instantes oír que alguien nos advertía por los altavoces, no podía reconocer su voz, pero decía: “En cinco minutos en el parque, en cinco minutos en el parque”. Nos motivaban a salir a marchar para defender el pueblo. En ese momento, sin pensarlo demasiado, lo primero que se me ocurrió fue ponerme una camiseta blanca que usaba para hacer deporte, agarrar el palo de la escoba y enredarle una sábana blanca. Yo nunca había hecho algo parecido, pero recordé las películas en donde se ondeaba cualquier tela blanca como mensaje de paz.

 

Salí de mi casa llamando a todos los vecinos, gritando: VAMOS, VAMOS, ¡No nos podemos dejar más! Yo me acercaba a todas las personas que me encontraba en el camino, los motivaba a salir de sus casas. Muchos preguntaban qué si no me daba miedo. Y yo les decía: ¿Por qué?  Nosotros no tenemos nada en contra de ellos, nosotros sólo queremos que nos respeten, por qué tienen que atacar a la sociedad civil, por qué venir a dañar nuestras casas. ¡No tenemos que darles gusto!  En esos primeros instantes, yo tenía tanta rabia, tanta fuerza. Tenemos que gritar, tenemos que hacer que se den cuenta que nosotros existimos, no podemos dejar que nos maltraten, que atenten en contra de nosotros. Sentía la necesidad de hacerles saber a los cuatro vientos, el daño psicológico que estaban causando en nuestras vidas, en las de nuestros niños y niñas. Era la hora de hacer escuchar nuestras voces.

 

Cuando llegue al parque, empezamos a hacer unas banderas, conseguimos unos palillos de chorizos, y les pegamos unas servilletas para armar unas banderas para repartir entre todos los presentes y poder ondearlas en el camino de la marcha. Al principio nadie le prestó mayor atención a eso, luego fue un tema para no olvidar, desde aquel día, muchos me recuerdan como la de las banderas de servilleta. Ahora me causa gracia, pero siento que fue la recursividad y el entusiasmo, la necesidad de hacer algo para hacernos notar, que hizo que buscara formas de manifestarnos con un mensaje de paz.

 

El recorrido fue largo, atravesamos casi todo el pueblo, subimos hasta El Alto de los Reyes, por Vilachi, por donde se escondía la guerrilla, desde ese punto gritábamos durísimo: ¡Por favor, no más tatucos, no más pipas! También elevamos al aire unos globos blancos que habíamos llevado, queríamos que así fuera desde el cielo, los globos les hicieran llegar el mensaje que estábamos intentando darles.

 

La marcha duro dos horas, finalizamos en el parque central, allí llegamos a descansar, y en ese momento, muchos rompimos en llanto, teníamos la sensación de haber evitado otro ataque, otra destrucción, sentimos que la decisión de salir a marchar ese día nos había salvado de una tragedia más de las que estábamos acostumbrados. Mientras compartíamos una gaseosa y se conversaba de lo que había acabado de suceder, les preguntaba: ¿Están cansados? ¿Están cansados? No nos podemos vencer, esta es la primera de nuestras luchas. Cuantas veces tuviéramos que hacer una marcha, la íbamos a hacer, por nosotros y por nuestro pueblo, sin armas, sin guerra, pero debíamos seguir luchando.

 

Fue así como recobramos la confianza en nosotros mismos, nos dimos cuenta que éramos capaces de vencer el miedo y utilizarlo para defendernos. Luego de aquella resistencia, se realizaron tres más en el pueblo, habíamos entendido, gracias a la primera, que nosotros teníamos el poder de cambiar las cosas y resistir unidos. Pasaron cuatro meses después de haber resistido en los que el pueblo estuvo tranquilo, realmente ese fue nuestro mayor fruto y lo que más significado cobró fue que la mentalidad de todos nosotros ya era otra, sabíamos que cuando tuviéramos que actuar, lo íbamos a hacer.


 

Hubo muchos vecinos que se fueron del pueblo por el conflicto, Caldono estaba quedándose solo y daba mucha tristeza observar eso. Sin embargo, siempre lo he dicho y siempre lo diré, de mi pueblo me tendrán que sacar directo al cementerio, yo mi pueblo no lo dejo. A mí me motivan mis hijas, mi familia, mi pueblo. Caldono es todo para mí, es amor, gloria y paz. En este pueblo son más los buenos, somos gente amable. Aquí nací, crecí y me eduque, toda mi familia es de aquí y yo tengo confianza en toda la gente con la que convivo. Yo de aquí no me voy, después de tantas tomas y conflicto, ya no tengo miedo y las veces que tenga que armar banderas blancas, las voy a hacer, para seguir resistiendo.

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