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El miedo nunca se fue

Relato escrito

Caldono era muy bonito, nuestra niñez en el pueblo fue muy tranquila, salíamos a bailar en las noches, hacíamos pequequeada entre los muchachos, que era arroz con sardinas. Los niños salían a jugar en el parque, podíamos andar en la madrugada por la calles y nadie sentía ningún miedo, aquí no habían peligros. Íbamos y veníamos en caballo del pueblo a la finca de mis abuelos. Entre los vecinos había mucha familiaridad, mi mamá en diciembre pesaba un marrano e invitaba a todos los vecinos, se preparaban los dulces típicos, el cortado, el manjar blanco y se compartía entre todas las casas. Cuando empezó el conflicto armado en Caldono, todo cambió, la tranquilidad que existía nunca la pude volver a disfrutar.

 

El día de la primera resistencia, yo estaba en el parque comprando el pan, cuando un vecino se acerca a mí y me dice: Doña Rosa, se van a volver a meter, vamos a salir a marchar. Yo me asusté mucho, había vivido experiencias muy traumáticas, me daba mucho miedo quedarme por fuera en ese momento, y además en mi casa me estaban esperando mi hija y mi nieta. Yo corrí inmediatamente para la casa, en el camino me encontré a una familiar, nos fuimos juntas, al entrar en la casa se escucharon disparos, era el inicio de otra toma, pensé.

 

Mi hija, quien había estudiado en la escuela de la Policía en Popayán, era amiga de las esposas de unos policías del pueblo, entonces les dio refugio a ellas y a sus hijos. Al principio sentí mucho temor, si la guerrilla se daba cuenta podría tomar represalias en mi contra, sin embargo, nos escondimos todos en el sótano que habíamos diseñado para protegernos cuando empezaban los ataques en el pueblo. Estábamos muy preocupados, utilizamos algunas mantas y sacos de lana para arropar a los niños que tiritaban del miedo y del frío que hacía en el sótano. Allí estuvimos más de tres horas, refugiados esperando alguna señal para poder salir.

 

Desde el teléfono fijo de mi casa, las esposas de los policías empezaron a llamar al cuartel del pueblo. Yo entendía que ellas estaban preocupadas, pero a mí me atemorizaba que tomaran represalias contra mi familia por haber ayudado a aquellas mujeres de los policías. Pero era incapaz de echarlas a la calle, al fin y al cabo, ellas tampoco tenían la culpa de lo que estaba pasando y eran otras víctimas más. No sabíamos que estaba sucediendo en las calles y nos daba mucho miedo que algo pudiera pasarnos. Preferimos esperar en el sótano hasta tener alguna señal que nos informara que podíamos salir.

 

Hacia las 10 de la noche, escuchamos que alguien tocaba la puerta de la casa muy fuerte, una y otra vez, yo no quería salir, creía que alguien había llegado para acabar con mi vida. Era un hombre y gritaba mi nombre: ¡Doña Rosa, doña Rosa! Las esposas de los policías me decían, la están llamando por su nombre, ¿por qué no sale? Yo no quería pero me arme de valor y salí, con temor, abrí la puerta y gracias a mi Dios, era un familiar que venía a avisarnos que ya se había terminado todo.

 

El pueblo no había dejado que la guerrilla se volviera a entrar, habían marchado por todos los barrios, gritando y pidiendo respeto por nosotros. Yo me sentí muy aliviada y muy orgullosa de ser de Caldono. Los vecinos del pueblo se habían cansado de soportar ataques y sufrimientos, se unieron por una misma causa. Hubo mucha gente del pueblo apoyando, gritando y caminando con banderas blancas al aire. Habían quemado llantas para formar una barricada y había funcionado, porque lograron   evitar que ocurriera otra tragedia. Yo no pude salir, porque tenía mi hija y estaba con las mujeres de los policías y mis familiares, debía protegerlos a todos. Caldono fue el primer pueblo del Cauca que hizo resistencia, después, cuando la noticia llegó a los demás pueblos afectados, las marchas se replicaron, mi pueblo motivó a que muchos decidieran hacer lo mismo. Yo los admiro mucho, a todos lo que salieron, yo quiero mucho a mi pueblo, pero me hubiera dado mucho pánico estar en ese momento, siempre he sido especialmente perseguida y prefería mantenerme al margen de cualquier situación, pero mi corazón siempre ha estado agradecido con todos los que decidieron protestar.

 

Yo trabajaba en la biblioteca y allí iban militares, policías y guerrilleros a prestar libros, por esa razón, siempre estuve amenazada, la guerrilla creía que yo era informante y el ejército también. Pero en ese entonces, uno no sabía quién era quien, simplemente realizaba un trabajo. Al principio todos éramos guerrilleros, se nos obligaba a escoger un bando, pero realmente nosotros estábamos en el medio, en el lado del pueblo. Una vez, unos camuflados de la guerrilla se entraron en mi casa durante una toma, destruyeron todo lo que yo tenía, desde aquel momento, yo todavía sueño con que me buscan para hacerme daño. Antes de salir de la casa miro hacia lado y lado y cuando estoy dentro, cualquier ruido externo me espanta, sin embargo, aquí he permanecido, porque era donde tenía mi trabajo y la forma de darle un futuro a mis hijas, porque yo enviudé muy joven. A pesar de todo lo que he pasado en esta tierra, Caldono siempre será mi pueblo querido, en donde continuaré resistiendo.

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