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El clamor de la resistencia

Vecinos de Caldono, juntos por una misma lucha

En Caldono estábamos viviendo tiempos difíciles, llevábamos ya unos años en medio del conflicto, sin embargo, siempre había espacio para compartir con los vecinos y amigos, la esquina de la notaria, frente al parque central del pueblo, era el lugar en el que nos reuníamos para las partidas del bingo ambulante. Teníamos una mesa larga de madera, en ella poníamos todas las fichas y los jugadores la rodeábamos parados. Cuando llovía nos entrábamos a la casa más cercana, era nuestra forma de pasar los ratos libres.  En esos tiempos vivíamos en medio de la zozobra y los rumores, era el pan de cada día escuchar decir entre los habitantes de Caldono, que la guerrilla volvería a meterse en el pueblo, a veces era cierto, pero cuando menos pensábamos estábamos en medio de una toma guerrillera o un hostigamiento.

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Ese día, la suerte no me estaba acompañando en el bingo, entonces, con la intención de despistar a los demás, empecé a decir: Se van a meter, ojo, ojo, que va haber una toma guerrillera. El negro y doña Lesbia, que para mí desgracia, conocen mis artimañas para ganar el bingo, me dejaron en evidencia con los demás, diciendo que sólo los estaba molestando porque iba perdiendo. Nos echamos unas risas y seguimos con el juego. Minutos después, con eso de que las palabras tienen un poder de atracción, me entró una llamada a mi celular.

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- Aló

- Walter, ¿Dónde estás?

- Estoy aquí en el pueblo, jugando bingo en la plaza.

- Ojo, la guerrilla va para allá, se van a tomar el pueblo otra vez.

- ¿Cómo así? Hagamos algo.

- Yo busco acá a mi gente y bajo.

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Al terminar la llamada, dimos por finalizada la partida, esta vez no molestaba al decir que estábamos en alerta de toma guerrillera. De inmediato nos organizamos entre los que estábamos para convocar a la comunidad caldoneña. No íbamos a dejar que se tomaran otra vez el pueblo, destruyeran las casas y las calles, otra vez no. Estábamos cansados de escondernos y ver cómo iban acabando con nuestro pueblo. Nos dedicamos a avisar a todas las personas, unos se encargaron de enviar el mensaje hacía todos los barrios. Mientras tanto, yo me dirigí con uno de los vecinos a la iglesia, para pedirle al padre que nos permitiera usar los altavoces de la parroquia para convocar masivamente a la comunidad.

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***

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Comunidad de Caldono, les habla Walter Chicué. La guerrilla planea tomarse nuevamente el pueblo, y como caldoneños, no lo debemos permitir. Los invito a salir al parque. Vamos a protestar contra las FARC, no permitamos que vuelvan a destruir el pueblo. Una familia se demora años construyendo una casa, y ellos en un segundo la desbaratan.

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¡NO LO VAMOS A PERMITIR!

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Hasta en la guerra existen reglas, vamos a salir como caldoneños, a luchar por nuestros hogares, nuestras familias y nuestro pueblo. Salgan vestidos de blanco, para que ellos no puedan hacernos nada.

 

Nos encontramos en cinco minutos en el parque.

 

Repito, en cinco minutos en el parque, sobre la calle de la notaria. Por favor, las personas que nos oigan, vayan transmitiendo este mensaje para que toda la comunidad salga a luchar por la paz de nuestro hogar, Caldono.

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Cinco minutos, todos en la plaza.

     

***

 

Al salir de la parroquia, la guerrilla también había escuchado el mensaje, empezaron a hostigar desde la Loma de Belén, querían asustarnos, disparaban hacia el suelo con la intención de callarnos, pero nos armamos de valor y empezamos a tocar la puerta en todas las casas cercanas, motivando a los vecinos a salir a protestar. Hacia las 5 de la tarde de aquel 12 de noviembre, ya se había concentrado una gran parte del pueblo, de cada casa mínimo se unía una persona. Hombres, mujeres, niños, adultos mayores, jóvenes, una oleada de personas de todos los barrios de Caldono, vestidas de blanco, llenos de valentía y coraje.

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Todos estábamos tan cansados de resguardarnos y escondernos, no entendíamos por qué estábamos siendo atacados, nosotros no buscábamos la guerra, sólo queríamos estar en paz. Aquel día, el sentimiento de lucha nació en todos desde el espíritu, estábamos siendo recargados con la energía del sol brillante que rebotaba en nuestras frentes, el cielo despejado nos inspiraba a gritar juntos desde lo más alto de la montaña del pueblo. ¡CALDONO, UNIDO, JAMÁS SERA VENCIDO! Ese era nuestro principal grito de lucha, una y otra vez lo repetíamos, nos desgarramos la voz, nos alentábamos entre vecinos, todos  apoyando con nuestras voces el mismo clamor.

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No se tardó más de media hora en empezar, mientras más éramos, menos nos disparaban. Cada vez iban llegando otras personas para unirse a lo que se convertiría en la primera resistencia de Caldono. El recorrido inició hacia Barrio Bello, por el camino que conduce a la piscina comunal, pasamos por detrás de la estación de policía, el lugar que siempre atacaban pero que pocas veces acertaban los tatucos y las bombas. Nuestra intención era llegar hasta lo más alto del pueblo, donde se resguardaban los guerrilleros, para desde el punto más cercano, gritar a pulmón herido, que dejaran nuestro hogar en paz.

 

También recuerdo que durante la marcha íbamos cantando, guiados por las notas de la canción “Solo le pido a dios”, que retumbaba por los altavoces de la parroquia del pueblo, la había puesto a sonar el padre, porque yo le pedí que nos recomendara una canción que alentara la batalla con bandera blanca. La letra de aquella canción, que nació en tiempos de conflicto en otra parte del mundo, tocaba las fibras de todos los que marchábamos en este pequeño punto geográfico, ubicado en la región rural del departamento del Cauca.

 

“Solo le pido a Dios

Que la guerra no me sea indiferente

Es un monstruo grande y pisa fuerte

Toda la pobre inocencia de la gente

 

Solo le pido a Dios

Que el futuro no me sea indiferente

Desahuciado está el que tiene que marchar

A vivir una cultura diferente”

 

Aquellas palabras lograban evocar todos los sentimientos que llevábamos a cuestas. Desde aquel día, se convirtió en la banda sonora de todas las luchas que hemos seguido combatiendo. La entonaban incluso los niños, que caminaban de la mano de sus madres y padres. Aun puedo escuchar, al recordar, aquellas mujeres caldoneñas, con sus hijos en brazos, gritando y cantando. Ellas sacaban la cara por todo el pueblo, nunca dejaron de gritar parejo por todo el camino. Su fuerza era muy grande, marchaban con seguridad y valentía al frente de la multitud. Por mencionar alguna, recuerdo especialmente a Maira Campo, la mujer de las banderas de servilleta.

 

Aquella mujer, tomó un gran liderazgo el día de la primera resistencia en el pueblo, todos la recordamos por su ingenio, por su poderío y la garra con la que salió a defender su familia y el pueblo que la ha visto crecer. Desde la esquina del parque, se le veía caminando por las calles del Barrio Bolívar, con un palo de escoba, ondeando una sábana blanca convertida en bandera de paz. Gritando y tocando puertas a su paso. Fue de las primeras que reaccionó ante la convocatoria que se hizo por los altavoces de la parroquia.  Nunca olvidare la sorpresa que me lleve cuando vi a Maira marchando y liderando, no recuerdo su edad, pero llamaba mucho mí atención ver como aquella jovencita, indignada, gritaba y motivaba a todos a salir a protestar. En ese momento no existía ninguna distinción entre nosotros, nos unimos en un mismo clamor.

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